

Con las caperucitas, le pasó algo parecido. Él, no quería ser como los demás crueles lobos que, “les rompían el corazón”, el quería ser distinto y cultivó una personalidad distinta; aunque poco efectiva con ellas, y decidió convertirse en el Lobo bueno, en el redentor de las lobas. No lograba entender cómo las Lobas podían llegar a sentir un atracción irrefrenable e increíble por esos "malvados lobos".

Llegó a pensar de sí mismo que, era algo así como “un mesías de Lobas”; pues él, no era igual a todos esos malvados lobos que sólo querían “sexo con las caperucitas” (palabra que jamás se atrevía a pronunciar en presencia de su mejor amiga, de la cual estaba “enamorado”, según le confesara a un zorro viejo, unos días antes de morir); pues él, era distinto, exclusivo. Siempre estaba disponible para escuchar las quejas que todas las lobas tenían sobre los Lobos Feroces. Nunca se permitía, por otro lado, decir obscenidades delante de lobas o caperucitas, por temor a ofenderlas. Repetía una de las frases preferidas de su padre: “Más respeto, che, acá hay lobas”.
Le desagradaba muchísimo que hubiese “Lobos Malvados”, que en cuestión de segundos fuesen capaces de despertar interés en las Lobas (mientras él, planeaba sus "cacerías" edulcoradas durante meses; e incluso llegaban a pasar años, antes de atreverse a hacer algo por lo que sentía). Al observar que, aquél era, innegablemente, un patrón bastante común en el comportamiento de las lobas, empezó a sentir una secreta aversión por todas las lobas, a evitarlas, y a pensar inclusive que ellas eran: raras, malas, falsas, hipócritas, materialistas, manipuladoras, etc.; sin embargo, él seguía comportándose con ellas, como si necesitasen ser “redimidas”, solía decir cosas hipócritas en las cuales no creía y sin ponerse colorado, tales como: “es una loba, y cualquier dulzura con ellas es poca”. Cuando estaba en presencia de lobas, se ponía nervioso, sudaba, y nunca quería decir cosas agresivas (como hacía el malvado Lobo Feroz); prefería fantasear con el "momento apropiado para declararse", porque según él, era preferible decir las cosas que hacerlas, por temor a ser imprudente, y llegar a incomodarlas. Pensaba que para darle un beso a una caperucita tenía que pedirle incluso permiso. Se fue haciendo así: idealista, romántico incurable, agudo y lógico como pocos.
Le desagradaba muchísimo que hubiese “Lobos Malvados”, que en cuestión de segundos fuesen capaces de despertar interés en las Lobas (mientras él, planeaba sus "cacerías" edulcoradas durante meses; e incluso llegaban a pasar años, antes de atreverse a hacer algo por lo que sentía). Al observar que, aquél era, innegablemente, un patrón bastante común en el comportamiento de las lobas, empezó a sentir una secreta aversión por todas las lobas, a evitarlas, y a pensar inclusive que ellas eran: raras, malas, falsas, hipócritas, materialistas, manipuladoras, etc.; sin embargo, él seguía comportándose con ellas, como si necesitasen ser “redimidas”, solía decir cosas hipócritas en las cuales no creía y sin ponerse colorado, tales como: “es una loba, y cualquier dulzura con ellas es poca”. Cuando estaba en presencia de lobas, se ponía nervioso, sudaba, y nunca quería decir cosas agresivas (como hacía el malvado Lobo Feroz); prefería fantasear con el "momento apropiado para declararse", porque según él, era preferible decir las cosas que hacerlas, por temor a ser imprudente, y llegar a incomodarlas. Pensaba que para darle un beso a una caperucita tenía que pedirle incluso permiso. Se fue haciendo así: idealista, romántico incurable, agudo y lógico como pocos.

El Lobito fue desarrollando un increíble placer morboso por sentirse mal; prefería sentirse mal, a sentirse bien. Y no es broma. Era su "zona de comodidad", su lugar preferido, su hábitat. La risa, para él, era algo así como un defecto, una superficialidad, una manifestación vulgar, o en el mejor de los casos, algo que podía uno permitirse de vez en cuando, pero que no debía constituir un modo habitual de sentir y sobre la cual conducir la vida. Lo que más le gustaba en el mundo era pensar de sí mismo que era incomprendido, bueno como pocos, y sobre todo, exclusivo. Creía que todas las Lobas (que no olvidemos, para él, eran materialistas y superficiales) querían cosas costosas, y las solía llevar a comer a restaurantes de lujo. Solía decirle a sus amigos, con aires de lobo superado: “Al sexo hay que pagarlo”; sin embargo, siempre sintió, hasta el momento de morir, una gran envidia por aquéllos Lobos que “se las llevaban a la cama” sin invertir más que en un café”. Prefería impresionar a las mujeres mostrándoles que buen partido era él, que hacerlas sentir "deseadas, hermosas, o especiales".
En fin, un día nuestro amigo Lobito, enloqueció, y decidió que él era demasiado bueno para el mundo, y prefirió irse a uno más normal, más idealista, más perfecto y justo que en el salvaje bosque donde se había criado, donde la sublimación sexual era bienvenida y recompensada, donde el mundo estuviera gobernado por lobitos como él, donde la virginidad de la lobas fueran debidamente recompensadas… Alguien le habló de un Paraíso del otro lado del Bosque, y hacia allí fue, nuestro querido Lobito. Desde entonces anda en una nube tocando el arpa, lleno de culpa y rezando por las almas de los lobos feroces.
En fin, un día nuestro amigo Lobito, enloqueció, y decidió que él era demasiado bueno para el mundo, y prefirió irse a uno más normal, más idealista, más perfecto y justo que en el salvaje bosque donde se había criado, donde la sublimación sexual era bienvenida y recompensada, donde el mundo estuviera gobernado por lobitos como él, donde la virginidad de la lobas fueran debidamente recompensadas… Alguien le habló de un Paraíso del otro lado del Bosque, y hacia allí fue, nuestro querido Lobito. Desde entonces anda en una nube tocando el arpa, lleno de culpa y rezando por las almas de los lobos feroces.

Oremos por nuestro querido amigo y redentor El Lobito. Crean en él y serán salvados y premiados, si no es en esta vida, será en la otra; pero como hemos visto, es muy sano entregarnos a él. Amén.
Por hoy los dejo.
Un saludo a todos.
12 comentarios:
¿Sigue existiendo esa raza de lobitos?
¿Dónde quedó el bendito punto de equilibrio?
Una cosa es usar la inteligencia y el saber como arma de seducción y otra como somnífero.
Igual me quedo con un intelectual a un manolarga lenguaraz.
beso
Gabriela: Sí, me temo que sí, siguen existiendo, porque no pueden reconocer que tienen un problema. Sólo quien es un verdadero lobo sabe de lo que estoy hablando.
Por otro lado, yo soy una persona educada como sabrás, y jamás le aconsejaría a alguien que haga algo que pueda llegar a considerarse "off side", ¿sí?. A lo que apunta mi fábula es a intentar reconocer internamente, algunos patrones de comportamiento pusilánimes que suelen tener los hombres a la hora de actuar. Nada más.
Por otro lado, la mujer, tiene las defensas siempre altas, afortunadamente, así que no convendría nunca "zarparse" (a mí nunca me han pegado un cachetazo, más bien me han pasado cosas parecidas al lobito, pero con el tiempo, las he ido solucionando); por eso creo que es fundamental interpretar adecuadamente el lenguaje verbal en la interacción (que ya voy a trabajar en el blog) para no cometer ni cosas imprudentes, ni ser considerados unos cobardes. Si algo detesta una mujer, es la falta de iniciativa en el varón que le gusta, ¿o me equivoco?.
Te devuelvo el beso.
Hola Sparrow, gracias por tu visita. Veo q tu blog requiere tiempo para disfrutarlo.
Ire poco a poco (ya sabes, carencia de tiempo suficiente para los placeres).
Saludos.
Nos vemos
Es extraño que los lobitos por un lado cuiden a las lobas, me refiero a que las cuiden con sus modales respetuosos o las cuiden de sus palabras obscenas, y por otro lado las desprecien por ser materialistas, superficiales manipuladoras, etc, en fin... mas que lobas, unas reverendas brujas!!
Carne de diván, que le dicen!
Estos lobitos se huelen a la distancia, y aburren muchísimo!!
Besito
Y me voy a leer el post anterior que vengo con atraso!
Marisa: Saludos desde Argenina.
Stella: Los lobitos son unos tipos tristes, y buenos como pocos, que les encanta hacer favores a las mujeres que les gustan, siempre están disponibles, suelen ser los "consoladores de las mujeres" en sus noches tristes. Pasan largas horas escuchando sus quejas, y se terminan convirtiendo en "las mejores amigas de las mujeres que les interesan con fines sexuales". De más está decir que las mujeres lo terminan por usar, porque ellos se dejan usar.
Luego se vuelven crueles, agrios y resentidos, todo por impotencia, por no atreverse a hacer lo que deberían hacer. Seguramente, conocerás a algunos.
Un beso.
y si.. digamos que eso de andar esprando eternamente a que el hombre de una señal se hace tedioso: Igualmente creo que es válido tanto de un lado como del otro, las señales adecuadas en el momento adecuado hacen los trebejos se muevan correctamente y con los tiempos adecuados de espera como para darle el timing necesario para despertar el bendito deseo que se menciona en entradas anteriores.
saludetes!
Excelente historia, y muy buen post.
Esta clase de lobitos existe y bastante. Tipos que con sus conversaciones tratan de echarte tus conocimentos encima, si señor, conozco unos cuantos. Y es como tu dices, se van aislando poco a poco. Pasa lo mismo en la seducción.
Me uno a ti en una oración por nuestro querido amigo y redentor, El lobito.
Saludos, Jorge.
Gaby: Saludetes...
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Jorge: Un abrazo para vos.
Fui un lobito. Lo reconozco. Calculo que la culpa la tuvo mi vieja. Por suerte salí adelante solito. (Cuánto me hubiese ayudado tu blog a los 16...)
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