sábado, 24 de mayo de 2008

Caperucita Roja: Segunda Parte


Hola a todos, soy Sparrow. Antes que nada, les pido mil disculpas por el cambio de la URL que hice el día de ayer, pero tuve mis motivos para hacerlo, pues como les comenté a algunos, cierto personaje no encuentra una mejor forma de ocupar su vida que, metiéndose en la ajena: sólo con la intención de preservar el blog, hice lo que hice. Les había prometido hablarles hoy de Caperucita Roja. Les había dicho en un post anterior que, Perrault, a fines del siglo XVII había escrito un cuento, cuyo argumento, tomaba de ciertas leyendas previas que circulaban desde hacía siglos en Europa. También señalé en su momento que, Charles Perrault, adaptado esa leyenda a un público muy concreto: la Corte de Versalles. Este cuento comenzaba con la fórmula clásica para los relatos tradicionales: “Érase una vez…”, donde no se precisaba ni tiempo ni lugar.




Hace unos diez años, aproximadamente, se estrenó en los teatros de Nueva York una obra que se llamó, “Caperucita en Manhattan”, de la autora Carmen Martín Gaite. Esta escritora, decidió situar la acción de su obra, como sospecharán, en dicho barrio neoyorkino; por lo tanto, su Caperucita no va a cruzar por ningún bosque lleno de leñadores ni de una natural belleza multicolor, sino que va a caminar por un espacio urbano, concreto y moderno.



La Caperucita de Perrault nunca puede dominar al Lobo, éste termina resultando ser implacable y se la devora. Es un común, glotón y salvaje predador. Por otro lado, el apetito del Lobo, es absolutamente carnal y primitivo, no le interesa en lo más mínimo la mantequilla, ni la torta de la niña. Estamos ante la presencia de un verdadero ejemplar de la naturaleza salvaje. El Lobo de Gaite (Mister Woolf) es exquisito, diferente, su apetito no es carnal, está más interesado en el contenido de la cesta de Caperucita que en ella. Mister Woolf huele la tarta de fresa, pero no se arroja salvajemente sobre la misma, sino que conserva las buenas maneras. Caperucita observa la debilidad que siente Mister Woolf por la tarta de fresa que ella lleva, y lo utiliza para divertirse con él. Observen el siguiente diálogo:

Mister Woolf: ¡Oh, sí, probarla! Nada me gustaría tanto como probarla! ¿Pero qué dirá tu abuela?

Caperucita: Le diré que me he encontrado con (sonriéndose)…Bueno, con el Lobo (riéndose a carcajadas), y que tenía mucha hambre.
Mister Woolf, de rodillas, le implora la receta de la tarta, mientras Caperucita (Sara en la obra) le acaricia el pelo como a un niño. Caperucita domina al Lobo, conoce su ansia, su secreto, y puede pactar con él en un nuevo juego. A cambio de la receta, Sara le pide dos cosas:

1º) Que invite a su abuela a subir a la terraza del edificio disfrazado de tarta;
2º) Llevarla a la casa de su abuela en limusina.




Sellado el pacto, Mister Woolf y Sara salen del Central Park tomados de la mano.
¡Que extraña pareja! El Lobo terminó haciéndose amigo de Caperucita por su propia debilidad. Al dar a conocer “su secreto”, Mister Woolf, entregó su libertad a Caperucita. ¿No sé si soy claro?
¿Alguna vez han implorado? ¿Alguna vez se mostraron demasiado interesados por los secretos ancestrales o más íntimos de sus Caperucitas? ¿Alguna vez le dejaron ver toda su debilidad a ellas? ¿Por qué creen que les fue mal en esos casos?
Continuemos. El Lobo había conocido en su juventud a la abuela de Caperucita (Sara), y tenía interés en llegar primero que ella y solo a la casa; por lo que rentó dos limusinas (terminó costándole muy caro el asunto a Mister Woolf): El Lobo toma el camino más corto, tal como ocurre en la obra de Perrault, pero en realidad en “Caperucita en Manhattan”, es la propia Caperucita la que le sugiere hacerlo, para poder ella disfrutar del lujo gratuito y pasear por Nueva York en ese precioso vehículo, al tiempo que le intentaba conseguir un novio a su abuela.




La Caperucita de esta historia es una chica común y corriente, tal como las que conocemos todos: juguetona, por momentos malintencionada, sarcástica y alegre, pero no en el sentido naif del término, sino más bien en un sentido humano. No se trata de una Caperucita que va juntando flores por el camino para llevárselas a su abuelita, sino de una mujer contemporánea, que se detiene a mirar el mundo que la rodea, lo que le permite estar muy despierta. No se trata de una mujer ingenua. ¿Acaso las mujeres, muchachos, no se ríen de las mismas cosas que nosotros? Esta Caperucita, nada tiene que ver con esa representación ingenua y angelical que de desprende de la tradición cinematográfica, y con la cual muchos nos hemos educado. La próxima vez que se encuentren con Caperucita, háganse el favor de:

1º) No mostrarse necesitados: las mujeres no sólo huyen, sino hasta son crueles con los hombres necesitados o demasiado efusivos; prefieren a los hombres independientes, que tienen un comportamiento intermitente (que son cálidos y fríos alternativamente), y hasta son capaces de tomarse a broma mucho de lo que ellas les dicen.
2º) No contarle jamás, a ella, su secreto. Si uno cuenta "su secreto", la otra persona lo tiene en su poder de por vida. Así de cruel es la vida, muchas veces. Muchas personas lo hacen para ponerse al servicio de alguien (no hay ingenuidad en el asunto) ¿No sé si soy claro?
3º) En una charla inicial, no deben desviarse demasiado de su principal objetivo (que es ella);
4º) Mostrar su apetito de una manera más sutil;
5º) Si fracasan, perdónense: errar es humano; y la verdad es que uno tiende a repetir ciertos patrones, por eso debemos estar atentos a nuestras debilidades, para corregirlas, y para evitar que se repitan. Si fuéramos enteramente animales seríamos perfectos, como el Lobo Feroz, pero la verdad es que ser humano es mucho más difícil.
6º) Si fracasan y ella les pide ser su “amiga” jamás lo tomen como una ofensa a su hombría, también es de hombres el saber perder y comportarse en esas situaciones. Acepten el trato como lo aceptó Mister Woolf.

Nada más por hoy.
Un saludo a todos.

Nota: Bibliografía utilizada:

María Vicenta Hernández Álvarez; “Caperucita en Manhattan: Carmen M. Gaite al margen de Perrault”

21 comentarios:

Anónimo dijo...

hay que lastima me gustaba la foto de johnny deep

El Señor F. dijo...

Ya aunque sea averiguaste quien te está saboteando?

tendré en cuenta lso consejos, ya me tocó ser el lobo de Manhattan....


(y a barreda también ;) )

Sparrow dijo...

Anónimo: Lo único que tenés que hacer es poner en "Google imágenes" la palabra "Johnny Depp" y aparecerán inmediatamente unas cuantas. Cuando eso ocurra ponés seleccionar, copiar, pegar y ya está: tendrás la imagen que quieras de nuestro querido Johnny Depp.

Saludos.

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Señior F: ¡Cómo andás nene! Ya lo voy a saber, tarde o temprano.
En el blog podés encontar muchos consejos de este estilo. Te los dejo como tarea. No hay que autocastigarse por las equivocaciones, sólo tenemos que aprender. Nada más.

Te mando un abrazo.

Stella dijo...

Estas dos palabras que escribiste, son para mi el secreto: "comportamiento intermitente"!
Un lobo demasiado frio no va, demasiado cálido, solo por usar esa palabra en oposicion, tampoco va!
Ni muy muy, ni tan tan, no?

Ah, y las caperucitas, tampoco debemos contar nuestro secreto!

Y si hay que mudarse, nos mudamos, no te preocupes, ni te disculpes. A esta altura todos llevamos un cepillo de dientes en la cartera!
Tomatelo con soda, que ni te hace sombra!

Un beso!

Sparrow dijo...

Stella: Muchas gracias. Sé perfectamente que no me hace ni sombra, pero "hombre precavido, vale por dos".
Esto un síntoma de lo enferma que está nuestra sociedad en este bendito país. No tienen ni la capacidad ni la posibilidad de registrar qué cosas están bien, y qué cosas no lo están. La soberbia, la ignorancia, la falta de autocrítica y la necedad son los primeros síntomas para la pérdida del principio de realidad.

Un beso enorme.

Juanjo Montoliu dijo...

Gracias por tu visita, y me alegro de que te guste el relato, aunque lo tenga algo olvidado de un tiempo a esta parte.

Tus reflexiones sobre Caperucitas y Lobos son muy interesantes, así como la documentación histórica que acompañas. Se nota que trabajas en ello.

Un saludo.

Sparrow dijo...

Juanjo: Muchas gracias.

Saludos.

Jorge - cinenovedades dijo...

Muy bueno el informe, como siempre.

Hay un par de cosas que dices que son realmente ciertas. Nunca pero nunca mostrarse necesitado ante una mujer, coincido totalmente.

Y si, coincido también en que hay que saber perdonarse cuando las cosas no salen como uno quiere. La vida es así, y en las relaciones, también.

Saludos, Jorge.

Sparrow dijo...

Jorge: Muchas gracias. Los hombres necesitados, así como los que están demasiado pendientes de ellas, y que buscan la aprobación femenina son los que repelen a las mujeres.
Cuanta más distancia sea uno capaz de poner más aumentará, paradógicamente, el interés femenino; es por eso que en la seducción juega mucho el misterio de la personalidad masculina y el principio de escasez. Cuanto más escaso sea uno capaz de mostrarse, mayor será el valor agregado.
Así funciona el asunto.
Saludos.

Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

Gorrión, gracias por la invitación. Veo que ha crecido y que hiciste un par de cambios. Felicidades. Por falta de tiempo no leí tus últimas entradas. Pero por lo que veo, hay gente a la que verdaderemente le sobra el tiempo. Qué dichosos.

Sparrow dijo...

Gracias Cebolla.

Un abrazo.

OliverX dijo...

Gorrión:
Este "creyente" está proyectando algo en vos... ¿qué será? Pobrecito, habla de la felicidad y no parece funcionarle muy bien.

En cuanto al post, me encantó la nueva visión de Caperucita en Manhattan. Un lobo metrosexual!
Las recomendaciones son muy válidas, realmente necesarias.
Abrazo!

Sparrow dijo...

Gracias Oliverx: Mister Woolf, desde mi humilde punto de vista, se la buscó. Yo conozco un lobito (en mi trabajo) que le hace la tarea de la facultad a su mujer (porque está casado), además de trabajar doce horas por día, y de ocuparse de arreglar la casa los fines de semana y de hacer las compras para toda la quincena. Por fortuna no tienen hijos, de lo contrario, él tendría otra responsabilidad más. Este lobito no puede soportar que haya lobos hambrientos e independientes, que hagan lo que ellos quieran. La llama alrededor de cuatro veces por día, a su mujer, quien lo hace sentir culpable de todo. Él, por debilidad, aceptó ese trato tan desventajoso. Si la vieras a esta mujer, no lo podrías creer, es como un sargento de la Federal; excepto por el hecho de que no trabaja más que de ama de casa: cuya tarea, en realidad, consiste en hacer la cena todas la noches, ir a la facultad tres veces por semana y disponer de todo el día libre.


Un abrazo.

Gabriela dijo...

sparrow,
No conocía esta version aggiornada de la caperuza colorada.

Repecto del punto 2) no contar nunca el secreto permitame disentir con esto, porque al pretender tener una relación seria (pongámolESS que a eso apuntamos porque un touch & go no necesita tantos recursos y consejos)amerita cierto grado de vulnerabilidad. Paso en limpio: cuando se dice que hay que confiar en el otro es justamente eso. Saber el secreto pero no usarlo en su contra ni para manipular. Lo demás es otra cosa pero no es amor.

Coincido con OliverX en que este lobo es metrosexual y no sé si me entusiasma tanto, espero que sea un personaje que utiliza para seducir a caperucita pero luego asuma el rol que le corresponde, porque como dijo Stella, la clave esta en el comportamiento intermitente.

cordiales saludos!

MM dijo...

Ateo...


Me sorprendés en cada escrito. Lo tuyo debería culminar en una publicación.

Salute!

Sparrow dijo...

Gaby: ¿Conocés la historia de Barba Azul del mismo Charles Perrault?
¿Hasta dónde tenemos derecho de hurgar en las profundidades más íntimas de nuestra pareja? Si ella o él, no quieren abrirse al otro en algún punto, yo creo que deberíamos ser respetuosos de esa decisión. Por otro lado, qué necesidad de andar contando secretos tenemos.
Barba Azul era un buen tipo: rico y generoso; le había dado todo a su mujer con una sóla condición: que jamás abriera un pequeño gabinete privado. Ella no pudo resistir la tentación y lo abrió, lo que desencadenó la tragedia de la historia.

Un beso.

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Mr. Groncho: Voy a fundar una religión donde los únicos requisitos para ingresar sean: ser un pecador consciente y un hedonista inconsciente. Para ingresar en esta religión hay que amar profundamente la vida, a todos los seres vivos de la creación, y a todas las formas imaginables de placer que en ella se puedan disfrutar y concebir. El único obstáculo es la falta de imaginación que algunos puedan llegar a tener. ¿Te prendés?

Saludos.

Gabriela dijo...

yo no dije METERSE y ESPIAR donde no se debe o donde no nos dejan.. digo que hay que abrirse.
Tal vez si Barba Azul le hubiese contado el secretito a su mujer no se hubiese armado el bardo que se armó.

Y caiste en el discurso machista por excelencia "si yo le dì todo.."

no.. todo no.. hubo un secreto que hizo pelota la pareja.

chan!

Sparrow dijo...

Gabriela: No, no lo digo yo. Así es el cuento, no lo escribí yo, creéme, como tampoco yo escribí la Biblia, ni el mito de la Caja de Pandora: todos son relatos a partir de lo cuales se construyen "nuestras realidades". Te estaba dando, simplemente, la perspectiva del autor sobre el asunto de los secretos en la pareja. Nada más. Yo nunca acuso a nadie. Yo no construí la cultura occidental, así como tampoco las interpretaciones que se han hecho de los cuentos de Perrault, de Anderson, o de quiénes sean.
Por otro lado, Barba Azul en el cuento, había matado a sus anteriores esposas. La pregunta es:
¿La abría matado a ésta si no hubiera descubierto sus espantosos crímenes anteriores? Esa es la pregunta, que desde ya, no tiene respuesta.
Yo no soy misógino, Gabriela, por favor, aunque sí, es verdad, reivindico la posición del varón como macho, desde una posición exigida por la misma mujer; y francamente no pienso de esa manera que estás sugiriendo.
Ese "yo le dí todo" interpretado como un reclamo desde nosotros como género, no es a mí a quién está dirigido. ¿En qué parte de mi blog yo acuso a las mujeres de algo malo? ¿Dónde habrás leído en los últimos tiempos palabras tan amables hacia las mujeres como las hechas aquí? Sé justa conmigo, Gabriela.

Saludos.

PD: Estoy de acuerdo con vos, hay que abrirse en la pareja. Por otro lado, yo soy de los pocos que se atreven a contar su historia personal en la web, ¿Eso no es abrirse? Jamás, pero jamás me oirás decir que las mujeres (haciendo una generalización) tienen ésto o aquéllo de malo en sí mismas. Podrán haber personas con problemas, pero no un género que las represente. Lo que corre tanto para las mujeres como para con los hombres.

Gabriela dijo...

ay no.. no estaba hablando de vos ni de mi.. no creo que seas misógino!!

Yo creo que Barba Azul hizo uso y abuso de posición de "hombre de la casa".
No creo que le haya molestado tanto que se haya enterado de que era un criminal sino que la desobedeció.

El secreto bien podría haber sido que usaba calzoncillos con corazones rosas o que matò a sus esposas... daba lo mismo. El tema es que ella no hizo caso a sus ordenes.

Y si.. vos sos muy atento con el mujeraje que te frecuenta el blog. Debo reconocerlo, y es un reflejo de lo que realmente sos.

abrazo cordial.

Nikté dijo...

Mira que hace tiempo que leí este liro, de hecho lo tengo y no le había yo sacado tanto jugo.

Releerlo?
Pues va a ser que no, tengo tanto pendiente...
Me quedo con lo aprendido de tí.
Muacks

Ahora te dejo un beso